Ecopsicologia
ecologia espiritual


Amor hacia Dios

¡El Camino espiritual, para todos aquellos que lo recorren de manera enérgica y correcta, es el Camino del éxtasis, de la alegría y de la felicidad crecientes!

Pero ¿por qué tan pocas personas lo siguen? ¿Y por qué la gran mayoría se contenta fácilmente con actos pseudoreligiosos, tales como pintar huevos, emborracharse en los feriados o matar ritualmente a animales y plantas?

¿Sólo es la falta del desarrollo intelectual que los instiga a usar estos sucedáneos, que a menudo son prácticamente crímenes ante el rostro del Padre, o el problema está también en la ausencia de amor hacia Dios en estas personas?

¡Pues amar a Dios no es participar en los rituales «por si acaso», para que Él no me castigue si es que de verdad existe! ¡Amar a Dios es sentir una atracción amorosa hacia Él, hacia Su conocimiento y hacia la Unión con Él! Esta atracción es parecida a la pasión sexual. Los enamorados de Dios Le extrañan y se llenan de éxtasis durante los encuentros con Él, durante las meditaciones realizadas con éxito.

Claro está que para enamorarse de Dios de esta manera, uno ya debe saber amar realmente y enamorarse. Para aquel que no sabe amar, Dios es inalcanzable. Y lo mismo decía Jesús: aprendan primeramente a amarse los unos a los otros, y entonces podrán después dirigir su amor ya desarrollado hacia Dios Padre.

Pero no es necesario gastar la encarnación entera para aprender, tan larga y difícilmente, el arte del amor terrenal. Podemos acelerar significativamente nuestro aprendizaje usando las técnicas especiales para el desarrollo del corazón espiritual, el órgano del amor. ¡Con todo, aparte de estas técnicas, debemos comprender qué es Dios! ¡Pues los personajes fantásticos, propuestos en vez del Creador por los «pastores» de los movimientos religiosos degradados, no pueden inspirar a las personas serias a amar!

Es posible conocer a Dios Padre sólo en el monacato. Pero éste no consiste en llevar un hábito de uno u otro color, negro, blanco, anaranjado, ni tampoco en llamarse orgullosamente con un nuevo nombre (a menudo extranjero). Todo esto es «jugar a la religión».

El verdadero monacato no es necesariamente la vida en un monasterio ni es renunciar a cuidar de la propia familia o a servir en la sociedad. Tampoco es el celibato ni la «mortificación de la carne», practicada mediante rechazar la higiene elemental, llevar las cadenas del asceta o padecer enfermedades.

El verdadero monacato es el estado de conexión de los indriyas con Dios, y no con los objetos del mundo material. Es el resultado del enamoramiento de Dios de un alma que se ha desarrollado con los entrenamientos meditativos.

Un monje —como Dios entiende esta palabra— es aquel que está siempre alerta y se encuentra en estado de «guerra total» contra sus imperfecciones y defectos. Además, tal monje lucha por el bienestar de las personas que le acompañan en el Camino espiritual.

Para un monje-guerrero es importante tener una «celda», una habitación o casa donde pueda dormir y pasar bastante tiempo a solas con Dios. También es importante tener la posibilidad de trabajar meditativamente en la naturaleza.

Aparte de esto, hay que lavar todo el cuerpo a diario con jabón, porque esto contribuye a la salud, a la sensación de la frescura y a la sutileza de las emociones.

Para las personas que viven en las longitudes norteñas, es bueno tener una lámpara de cuarzo para que puedan tomar el «sol» durante todo el año. Es muy beneficioso, porque los rayos solares —no solamente los naturales, sino también los artificiales— nos dan salud y contribuyen al bienestar de los cuerpos y de las almas.

Además, en la vida del monje deben estar presentes los libros espirituales fundamentales, los amigos-compañeros de viaje y, lo más importante de todo, Dios como un Maestro al Que percibimos constantemente, como un Consejero, un Padre y una Madre cariñosos y atentos, pero al mismo tiempo estrictos en los casos en los que nos desviamos del Camino.

La desaparición del egocentrismo (el que se manifiesta en la susceptibilidad y en el deseo de obtener algo para sí) y el crecimiento gradual de la sensación del Teocentrismo es el criterio del progreso espiritual del monje.

Con todo, el Teocentrismo no implica solamente tener el conocimiento teórico sobre la existencia de Dios, sino también experimentar realmente que Él está por todas partes, en todo y que es Todo. Cuando logramos esto, la sensación del «ego» desaparece, porque el «yo» inferior —a través de la unión de los indriyas con Dios— se disuelve gradualmente en Él. Esto cambia radicalmente el estatus ecológico del practicante, ¿verdad?

A los guerreros espirituales que están enamorados del Creador y que ya no ven otro sentido para su vida más que unirse con Él en el Amor y ayudar a los demás en esto, Dios les permite trasladarse a Su Morada, a Él. Y después de establecerse allí como corazones espirituales, ellos pueden por primera vez abrazar realmente al Amado con los brazos de la conciencia.

El fortalecimiento posterior de la Unión con Él permite luego empezar a actuar ya desde Su Morada, experimentándose como Su Parte Integrante.

Esto es la autorrealización espiritual plena, la Liberación completa, el Nirvana Superior, la finalización de la evolución personal del ser humano, el conocimiento total de Dios y la Unión con Él en Uno Solo.