Ecopsicologia
ecologia espiritual


Etapas del Camino espiritual (conferencia)

Quien se ha puesto firmemente en el Camino religioso correcto puede cumplir las siguientes siete etapas:

1. Obtener la comprensión correcta de su Meta superior y de los métodos que permiten alcanzarla.

2. Transformarse éticamente según la intención de Dios a través de liberarse de las imperfecciones éticas y desarrollar las cualidades necesarias.

Entre estas cualidades, la más importante es el amor.

3. Refinarse —como conciencia— para poder penetrar en los estratos (eones, planos) superiores del espacio multidimensional. Entre estos estratos, el estrato más sutil es la Morada de la Conciencia Primordial (Dios Padre o el Creador).

4. Desarrollar cuantitativamente la conciencia refinada.

5. Aprender los métodos para la Unión con Dios.

6. Fortalecer la Unión con Dios.

7. Obtener las facultades Divinas y ayudar a los seres encarnados desde el estado del Espíritu Santo.


Para la mayoría de los lectores, inducidos a error por la propaganda atea y sectaria, tal planteamiento puede parecer inesperado e inverosímil. Sin embargo, esto es lo que Dios ha enseñado a las personas durante toda la historia de la humanidad a través de Sus profetas y también personalmente en las distintas ocasiones en las que Él se presentó ante la gente en los cuerpos humanos de los Mesías, Avatares o Cristos (estas palabras significan lo mismo, aunque en diferentes idiomas).

El significado de la vida de cada uno de nosotros consiste en desarrollarnos —como conciencias— primero dentro de nuestros recipientes temporales (cuerpos) y luego fuera de sus límites en el universo multidimensional ilimitado.

Este desarrollo incluye dos direcciones principales: cualitativa y cuantitativa.

La primera consta de tres componentes: el componente intelectual, el componente ético y la refinación.

La segunda implica el crecimiento directo de la cantidad de energía de la conciencia individual, la que luego —a través de las técnicas meditativas especiales— se une con el Océano de la Conciencia Primordial, llamada, en diferentes lenguas, el Creador, Dios Padre, Jehová, Alá, Tao, Ishvara, Svarog, etc.

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El universo es multidimensional. Esto no es simplemente una especulación matemática, sino una realidad que puede ser conocida por el ser humano personalmente. Desde hace mucho tiempo, los practicantes religiosos conocen las dimensiones espaciales. En griego éstas fueron llamadas eones, en sánscrito, lokas y en el Agni yoga fue usado el término estratos.

La dimensión espacial superior es la Morada de la Conciencia Primordial Universal, Conciencia Que, tal como fue descrito en detalle en el Bhagavad-Gita, crea periódicamente el mundo «manifestado» condensando hasta el estado material la energía cósmica dispersa en forma de partículas elementales. Este tipo de energía es llamado protoprakriti. En las «islas» pequeñas de la materia densa que se formaron de esta manera, se instalan las partículas de otro tipo de energía, anteriormente dispersa, llamada protopurusha. Estas partículas tienen que —mediante numerosas encarnaciones en los cuerpos orgánicos— desarrollarse hasta la Divinidad y después unirse con la Conciencia Primordial enriqueciéndola ellas mismas.

Este proceso del desarrollo de las almas empieza con la condensación primaria de la energía en los cristales. Luego estas condensaciones se encarnan en los cuerpos de las plantas, luego en los de los animales y después en los de los humanos.

El ser humano es la etapa final del desarrollo de un alma individual y su tarea consiste en esforzarse incesantemente para alcanzar la Divinidad y unirse con el Creador lo más pronto posible.

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«La creación del mundo» no es un fenómeno global que sucede en el universo entero. Esto se confirma por el hecho de que los astrónomos observan regularmente el nacimiento de nuevos sistemas de estrellas y de planetas.

Otros sistemas, que ya se gastaron, se destruyen en los «agujeros negros» creados por Dios. Este es su «fin del mundo».

Al suceder esto, todas las almas que no alcanzaron la Divinidad se destruyen desintegrándose nuevamente hasta el estado de protopurusha. Y el componente material de las «islas» y de los cuerpos de las personas, animales y plantas se convierte de nuevo en la protoprakriti, el material para las nuevas creaciones.

La protoprakriti y la protopurusha son denominadas conjuntamente con el término akasha. (En algunas publicaciones la palabra akasha es traducida como «éter», lo que es absolutamente inadecuado).

Ya hemos hablado bastante sobre la naturaleza de la estructura multidimensional del universo. Ahora sólo me limitaré a explicar que esta naturaleza se parece, por ejemplo, a la situación de las ondas de radio que difieren por sus frecuencias, pero que existen simultáneamente, sin cruzarse y casi sin interactuar, en el mismo espacio. Todas estas ondas se encuentran en la profundidad del espacio multidimensional debajo del mundo de la materia densa, incluyendo la materia de nuestros cuerpos; no obstante, nosotros, en condiciones normales, no las percibimos.

Asimismo los espíritus que viven en los eones más groseros no ven y no perciben lo que sucede en los eones más profundos y más sutiles, aunque son controlados desde estos eones.

Uno puede trasladarse a los eones sutiles siempre y cuando se encuentre encarnado en un cuerpo y haga esfuerzos espirituales. Es así porque la transformación (o «transmutación») de la energía de la conciencia sucede sólo en la «fábrica especial de transmutación», es decir, sólo en un cuerpo humano que puede asimilar y luego dirigir la energía obtenida de la comida ordinaria para diversos fines, entre los cuales están la transmutación y el crecimiento de la conciencia.

De allí nos queda claro que ninguna oración ni «intercesión» de alguien pueden trasladar las almas de los eones del infierno a los del paraíso. La leyenda según la cual Jesús el Cristo sacó a los pecadores del infierno contiene una información alterada. Él no salvaba a los pecadores no encarnados, sino a los encarnados dándoles las Enseñanzas de Dios acerca de la liberación de los sufrimientos terrenales y no terrenales mediante la refinación de la conciencia que se realiza a través del amor-ternura, el perdón, la compasión, la eliminación del egocentrismo, de la ira y de cualquier otra grosería dentro de uno.

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Presten atención al hecho de que en algunas publicaciones se hace un uso inadecuado del término «cuarta dimensión». Tal uso inadecuado aparece incluso en el «Libro de Jesús»*, en el cual Él utiliza este término al hablar con el interlocutor «en su lenguaje», es decir, usando las palabras y los significados que el interlocutor utiliza y conoce. En el libro mencionado este término se emplea con dos significados diferentes e inadecuados: como la Morada de Dios Padre y como el conjunto de los eones no materiales.

Pero, en realidad, por la lógica misma del término «cuarta dimensión», éste debe aplicarse al mundo material, en el cual la existencia no es definida por tres, sino por las cuatro «dimensiones»: longitud, anchura, altura y tiempo.

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Pero continuemos la conversación sobre la Evolución universal.

Para empezar a poblar una nueva «isla» de la Creación, Dios primero envía allí a los Espíritus Que alcanzaron la Divinidad en otras «islas». Estos Espíritus «se domicilian» allí y se convierten en los Edificadores y Supervisores de la evolución de la vida en aquel planeta.

Todo el espacio dentro y alrededor de nuestra Tierra también está impregnado por estas Grandes Conciencias Divinas, llamadas conjuntamente el Espíritu Santo o Brahman.

En otras palabras, como el lector ya debería haber entendido, el Espíritu Santo no es algún tipo de «emanación» de Dios Padre (o de Dios el Padre y de Dios el Hijo). ¡No! El Espíritu Santo está compuesto de las Conciencias Divinas vivas y sutiles, Que nos aman, Que nos educan y Que se encuentran permanentemente dentro y fuera de nuestros cuerpos. Ellos siempre se alegran cuando Les prestamos nuestra atención, cuando Los amamos y aceptamos Su ayuda para acercarnos a Ellos, a Su estado.

Lo mismo podemos decir sobre la Conciencia del Creador, la Conciencia infinita Que se encuentra en el estrato más profundo del espacio multidimensional.

Al igual que la Conciencia del Espíritu Santo, la Conciencia del Creador está presente (en la profundidad multidimensional) debajo de cada célula de nuestros cuerpos. La distancia que nos separa de Ella no es mayor que el grosor de una hoja de papel delgado, como lo formuló muy bien Jesús el Cristo*.

Y no existe la necesidad de volar o de ir lejos en la búsqueda de Dios, pues Él está presente aquí y ahora, dentro de nosotros, aunque en el otro eon. Nuestra grosería, determinada por nuestra ignorancia religiosa y por la falta de desarrollo de las conciencias, es lo único que nos separa de Él.

Debemos encontrar a Dios dentro de nosotros, en la profundidad de los propios corazones espirituales. Esta muy conocida fórmula no es una bella metáfora, sino una precisa instrucción que nos indica hacia donde debemos dirigir nuestros esfuerzos.

Aparte de la Morada del Creador, existen otros eones que difieren por su nivel de sutileza-grosería. Los más sutiles de éstos se llaman paradisíacos, los más groseros, infernales.

Así pues, si queremos evitar el infierno después de despedirnos de nuestros cuerpos muertos, debemos ahora mismo aprender a permanecer establemente en los estados sutiles, puros y lúcidos de la conciencia.

Pues al dejar estos cuerpos, nos quedamos en el mismo estado que era habitual para nosotros durante la vida.

Y —según esto— caeremos en el estrato habitado por seres semejantes a nosotros: malvados, furiosos, irritados, alarmados, mentirosos, etc. o, por el contrario, cariñosos, tranquilos, amables, afectuosos…