Ecopsicologia
ecologia espiritual


Consejos acerca de la nutrición

En cierto tiempo, Dios explicó a las personas los principios de la nutrición a través del profeta: «(…) Miren, les doy todas las plantas que producen semilla y todos los árboles que dan frutos; todo esto les servirá de alimento». Este precepto fue anotado en la Biblia judía (Génesis 1:29). Luego Dios añadió a través del otro profeta: coman todo, «pero carne con su vida, con su sangre, no coman» (Génesis 9:1-4). ¿De qué habla esta frase? Esta frase habla de la nutrición «sin matanza». En otras palabras, coman todas las plantas comestibles, usen la leche y los huevos, pero no maten para comer a los animales en cuyos cuerpos ustedes ven sangre.

¿Qué inventaron entonces los judíos astutos y glotones que recibieron este mandamiento? Ellos continuaron matando a los animales, pero dejaban que su sangre saliera y luego comían su carne. Sí, sin sangre. Ellos fingieron que habían entendido que la vida del animal es su sangre. Más tarde, esta misma técnica para «engañar» a Dios fue empleada por los «cristianos» glotones, los cuales simplemente no incluyeron las objeciones de Jesús el Cristo acerca de este tema en el Nuevo Testamento [10,18].

Pero el cristianismo verdadero es la Enseñanza del Amor. ¿Acaso causar el sufrimiento a otros seres para satisfacer nuestras pasiones carnales es compatible con el título de cristiano?

Los cristianos verdaderos no son aquellos que reciben formalmente un bautismo sin proponerse seguir las Enseñanzas del Cristo, ni, por supuesto, son aquellos que fueron bautizados no se sabe con qué fin en la niñez. Tampoco son los que llevan un colgante con la cruz. Los cruzados son los que llevan las cruces, ¿verdad?

Los verdaderos cristianos son aquellos que siguen las Enseñanzas de Dios, las que nos fueron transmitidas a través de Jesús el Cristo y a través de otros Mesías. La esencia de estas Enseñanzas puede ser expresada brevemente en las siguientes tres frases:

1. Dios es Amor.

2. Debemos unirnos con Él con el fin de enriquecerlo con nosotros mismos.

3. Para lograrlo, debemos transformarnos en Amor, como Dios lo es.

Aquellos que no siguen estas Enseñanzas no tienen derecho a llamarse cristianos y no son nada más que unos perversos, unos «cristianos» entre comillas.

En esta vida terrenal, yo nací y crecí en una familia de ateos comunistas. Allí, así como en casi todas las familias «soviéticas», no reflexionaban en absoluto acerca del pecado ni acerca de la compasión. Y como todos los demás, yo comí carne y pescado desde la niñez, porque esa era la costumbre. Hasta llegué a ser un pescador y cazador que mataba y hacía sufrir a los animales sin ningún remordimiento de conciencia y sin pensar que alguien, excepto yo, podía sentir dolor.

Sólo cuando trabajé en la Academia de Ciencias como un miembro investigador principal, empecé a reflexionar por primera vez en mi derecho a matar animales. Pero enseguida inventé una justificación para mí: no podemos vivir sin comer carne y pescado; por lo tanto, objetivamente, tengo derecho a conseguir esta «comida» por mí mismo, ya que lo puedo hacer como un cazador y pescador, y no a través de otros.

Luego sucedió lo siguiente conmigo. Yo, sin mi escopeta, me acerqué a la orilla de un lago y espanté una familia de patos, a la mamá y a sus diez patitos que todavía no sabían volar. Ellos se alejaron de la orilla y juntos, como un grupo, nadaron unos 50 metros hacia una isla pequeña. No obstante, sin que yo lo supiera, allí se hallaba escondido otro cazador, quien, cuando toda la familia de patos se le acercó, los fusiló a todos con dos tiros.

En aquel entonces percibí por primera vez la muerte de las víctimas de este entretenimiento cruel, que es la caza, como un drama. Mi perturbación iba creciendo debido al hecho de que yo fui la causa de su muerte al haberlos espantado involuntariamente. No obstante, enseguida me di cuenta de la contradicción, ¡pues si yo les hubiera matado, no habría estado perturbado! ¡Habría estado alegre por la buena suerte y por los ricos trofeos de caza!

Más tarde tuve ocasión de viajar por Carelia en un bus con unos trabajadores forestales. Ellos habían tomado vodka después del trabajo y pensaban ir a pescar en la noche arponeando a los peces a la luz de un reflector. Pero mientras viajábamos, uno de ellos de repente se sintió muy conmovido y comenzó a pensar en voz alta: «¿Cómo es posible arponear a un pez vivo? ¡Pues está vivo! ¡Y con un arpón!». Él repetía estas frases sentidamente dirigiéndose con esta pregunta a sí mismo y a sus compañeros. Se veía que estaba a punto del gran descubrimiento, de la gran comprensión.

Pero sus compañeros permanecían callados y simplemente sonreían pensando: «Esto es lo que pasa si uno se emborracha».

Entonces él, sin haber encontrado su apoyo, de súbito se avergonzó de su «debilidad» y exclamó: «¡Sí! ¡Vamos a arponear peces vivos!». Así el asunto fue cerrado.

En otra ocasión, yo cazaba patos en un lago. Herí a una hembra y, tratando de rematarla, seguía disparando, pero ella, viendo mis disparos, lograba zambullirse antes de que la munición la alcanzara. Entonces obré con astucia y, dirigiendo mi bote, la desplacé al bajío donde no podía bucear. Ella lo entendió y dejó de resistir. Yo disparaba una y otra vez, y el plomo atravesaba su pequeño cuerpo. Estando herida, con las alas destrozadas, ella solamente gritaba de dolor y temor sin poder salvarse. Sus clamores, así como los clamores de todos los que fueron asesinados cruelmente y sin culpa, probablemente, eran: «¿Por qué? ¡No te he hecho nada malo a ti ni a nadie! ¡Ten piedad! ¿Por qué me causas este dolor atroz?». ¡Pero me acercaba cada vez más, apuntaba y disparaba! ¡A pesar de esto, ella no moría de ningún modo! Solamente cuando pude acercarme al máximo, logré desgajar su cabeza con un tiro.

Después comimos su cuerpo acribillado por las municiones, pero yo en aquel entonces no obtuve de esto ningún placer gustativo.

Mi última caza fue la del alce. Durante ésta los ojeadores llevaron a una hembra a la línea de los tiradores. Los últimos empezaron a disparar y la hirieron. Entonces ella se lanzó hacia los ojeadores y ellos también dispararon. Mis dos balas le rompieron la columna. Después otros cazadores dispararon otra vez. Recuerdo que uno de ellos, al escuchar los sonidos producidos por los numerosos disparos, se emocionó tanto que empezó a gritar en su exaltación: «¡Esto es música!». Por fin, ella cayó.

Cuando me acerqué, ya no respiraba. Pero un cazador me contó que después de caer, se arrastró todavía por más de 50 metros dejando en la nieve un rastro colmado de sangre. En ningún alma hubo compasión.

Yo mismo disparaba pensando en la carne, y no en el dolor de este hermoso animal.

Desde aquel entonces dejé la caza e incluso vendí mi escopeta.

Más tarde, cuando me encontré con una persona competente, de la cual llegué a saber por primera vez que hay Dios y que a Él no Le agrada que comamos cuerpos de animales, ya estaba preparado para renunciar completamente a este terrible vicio.

Posteriormente, estudié la literatura científica de la fisiología de la alimentación y me convencí de que en los cuerpos de los animales no hay ningún componente esencial para el ser humano que no pueda ser remplazado por componentes similares obtenidos de los productos vegetales, lácteos y de los huevos. En la leche y en los huevos se encuentran, entre otras cosas, todos los llamados aminoácidos esenciales, componentes importantísimos de las proteínas. ¡Así resultó que la alimentación con carne y pescado no es una necesidad, sino una clara manifestación del vicio de la gula y del deseo de satisfacer el propio antojo gustativo a cuenta del dolor y la muerte de otros seres!

Y que nadie busque la justificación diciendo que «ellos» matan, no yo. Yo simplemente compro y como. ¡Pues no! ¡«Ellos» matan para nosotros! De este modo somos cómplices de la matanza de seres inocentes que fueron encarnados no para que los matemos, sino para cumplir sus siguientes etapas evolutivas en los cuerpos dados a ellos por Dios. En esos cuerpos están encarnadas almas parecidas a las almas humanas, sólo que más jóvenes en su evolución, como si fueran niños en comparación con nosotros.

Yo maté a muchos animales.

Desde la niñez fui acostumbrado a colocar gusanos vivos en los anzuelos. En aquel entonces no podía imaginarme cómo sería estar en su lugar. Luego en los mismos anzuelos sufrían los peces.

Ellos no «se duermen», como dicen los padres crueles para consolar a sus hijos que sienten pena de los pececitos moribundos. Cada pez, al morir, experimenta el horror, el dolor de las heridas y el sufrimiento de la asfixia.

Después empecé a disparar a blancos vivos, a aves y animales.

Luego llegué a ser un ecólogo y zoólogo y miles de animales murieron en mis manos, esta vez no para convertirse en comida, sino para la realización de «experimentos científicos».

Más tarde, trabajando en medicina, también cortaba y mataba ratas y conejos, estos animalitos tan tiernos y cariñosos.

Cuando, por fin, me di cuenta de lo que había hecho, de repente llegué a ser consciente de todo su dolor. Me arrepentí y les pedí perdón, pero parece que no sufrí lo suficiente durante mi arrepentimiento.

Así que después de muchos años, cuando me atacó, sin ningún motivo y sin yo haber tenido oportunidad de defenderme, un bárbaro de dos metros de altura que mutiló mortalmente mi cuerpo, por lo que luego estuve agonizando en medio de un dolor atroz, yo también podría haber estado perplejo y preguntar: «¿Por qué? Si yo no hice nada malo a nadie».

Y algún día, posiblemente en sus futuras vidas terrenales, él y los miembros de su banda (cuyo sicario era él en aquel entonces), también agonizarán entre sufrimientos y gemirán: «¿Por qué?».

* * *

A menudo personas que nunca han pensado antes en lo que comen, después de escuchar una prédica acerca de la compasión y después de aceptarla, de pronto se preguntan: «Pero ¿qué podemos comer entonces en vez de carne y pescado?». Así que hablaremos brevemente de los principios generales de la nutrición.

Primero, por regla general, es deseable tener en nuestra alimentación los cinco grupos de elementos nutritivos: las proteínas, las grasas, los carbohidratos, las vitaminas y los minerales. Las dietas empobrecidas intencionalmente, entre las cuales están las «monodietas»*, pueden usarse eficazmente con fines terapéuticos, pero no deben prolongarse por demasiado tiempo. Uno puede seguir tal dieta, después de consultarlo necesariamente con un especialista, por 1, 3, 7, 30 o 45 días, dependiendo de la gravedad de su dolencia y de la táctica de curación escogida.

El ayuno total de 72 horas (¡durante el cual uno debe necesariamente beber agua!) también posee efectos curativos y depuradores. Sin embargo, si desean ayunar durante más tiempo, es mejor que lo hagan bajo el control de un especialista en ayuno curativo. La salida del ayuno debe ser suave. Las primeras comidas es mejor hacerlas de jugos y frutas. Además, durante unos días hay que excluir la sal común de la comida, de lo contrario pueden aparecer edemas en los tejidos.

Las proteínas, las grasas y los carbohidratos se encuentran en diferentes proporciones en los diversos productos naturales (en la leche, granos, verduras, etc.). Según esto, podemos clasificar los alimentos en: los de alto contenido proteico, los de alto contenido en carbohidratos y los de alto contenido en grasas.

Los de alto contenido proteico son la leche, los productos lácteos (requesón, queso, etc.), los huevos, las nueces, los hongos, la soya, las arvejas, los frijoles y las habas. Las proteínas pueden ser diferentes dependiendo de las agrupaciones de aminoácidos que las componen. Los aminoácidos también se dividen en los «no esenciales» (es decir, aquellos que pueden ser producidos dentro del organismo humano) y los «esenciales» o «indispensables» (aquellos que el organismo humano no puede producir y, por lo tanto, debe recibirlos con la comida).

Entonces, los productos que contienen la totalidad de los aminoácidos «esenciales» son los mejores proveedores de proteína para el organismo humano. Éstos son la leche y los huevos. Su consumo asegura la calidad de la nutrición desde el punto de vista de su valor proteico completo. Pero si no hay productos lácteos, ni huevos, hay que tratar de consumir otros tipos de alimentos, especialmente aquellos que pertenecen al grupo de alto contenido proteico.

Con todo, debemos tener en cuenta que las leguminosas, consumidas en grandes cantidades, provocan la producción abundante de gases en el intestino. Lo mismo pueden provocar la cebada y el centeno, y entre los adultos, la leche (pero no el requesón ni el queso). En este caso es mejor tomar leche en pequeñas cantidades en el atardecer sin combinarla con nada. A propósito, la leche agria se digiere mejor en este caso.

La producción de gases también sucede al combinar una gran cantidad de alimentos grasos o albuminosos con los dulces.

Tampoco es recomendable comer huevos u otros alimentos con alto contenido graso antes de dormir. De lo contrario, éstos se quedarán por mucho tiempo en el estómago en el cual la digestión se produce dificultosamente durante el sueño nocturno (a distinción del mismo proceso en el intestino). En este caso, la comida puede permanecer indigesta durante toda la noche y allí se reproducirán los microbios provocando la inflamación de las paredes del estómago y luego de los intestinos.

Debemos hablar especialmente del consumo de los huevos.

Primero, examinemos la afirmación de que no debemos comer huevos por razones éticas, ¡porque de éstos podrían haber nacido pollitos! El asunto es que los pollitos no pueden nacer de los huevos producidos en las granjas avícolas, dado que la gallina doméstica es una especie única (criada por el ser humano mediante la selección) cuyas hembras ponen huevos no fecundados, es decir, sin participación de los gallos. Los pollitos no nacen de tales huevos. (A los gallos los juntan con las gallinas en las granjas avícolas sólo para obtener aquellos huevos que luego envían a las incubadoras para empollarlos).

Tampoco tiene sentido rechazar el consumo de los huevos fecundados, puesto que en un huevo fecundado, pero no empollado todavía no hay un embrión y, por ende, no hay un alma encarnada. Tales huevos no sienten ni miedo ni dolor si uno los cocina.

Los huevos que comemos son simplemente los óvulos. Y si uno quiere tener lástima de los óvulos, ¡tiene que sentirla más por los óvulos humanos! ¡Pues cada menstruación de una mujer es la pérdida de un óvulo y, por lo tanto, de la posibilidad de nacer para un ser humano! Siguiendo este tipo de reflexiones, ¿acaso todas las mujeres deben estar «crónicamente» embarazadas para no permitir la muerte vana de los óvulos? (¡No estoy hablando en serio!)

Otra objeción contra el consumo de los huevos viene de los fisiólogos. Ellos dicen que éstos contienen mucho colesterol y, por ende, su consumo causa inevitablemente la ateroesclerosis.

En cierto tiempo, yo personalmente participé (como un auxiliar de laboratorio) en los experimentos sobre el colesterol realizados en ratas por el académico N.N. Anichkov, los mismos que luego le permitieron «condenar» a los huevos. En aquel entonces yo personalmente provocaba la ateroesclerosis en las ratas. Sin embargo, ellas no fueron alimentadas con huevos, sino con polvo puro de colesterol mezclado con mantequilla. Y las dosis de este colesterol químicamente puro eran enormes. Nosotros las medíamos en gramos por cada porción. ¡Y esto para una pequeña rata! ¡Claro que las ratas llegaban a tener ateroesclerosis! ¡Pues la dosis de colesterol que ellas recibían superaba en billones de veces la dosis de colesterol que recibe una persona al comer unos cuantos huevos al día!

En realidad, el colesterol es una sustancia muy importante para el ser humano, porque a partir de éste se forman todas las hormonas sexuales tanto de la mujer como del varón.

A propósito, podemos encontrar altas concentraciones de colesterol no sólo en los huevos, sino también en los cuerpos de los animales (incluyendo el cuerpo humano) en los cuales éste se genera y se acumula en diferentes partes, especialmente en el hígado, en el cerebro y en la grasa.

Para descubrir la causa de la ateroesclerosis, deberíamos indagar si las personas vegetarianas la tienen.

Las grasas pueden tener origen vegetal o animal. Entre las últimas, está la mantequilla y las grasas obtenidas de los cadáveres de los animales. Debemos tenerlo en cuenta al leer la literatura traducida. El asunto es que en ruso nosotros consideramos la mantequilla como grasa animal, pero en inglés ésta pertenece a un grupo separado. En este idioma existen tres palabras para designar las grasas según su tipo: oil, para las grasas vegetales; butter, para la mantequilla; y fats, para las grasas que se encuentran en los cuerpos o que han sido obtenidas de éstos. Por tal motivo, en las traducciones a veces se altera el sentido. Por ejemplo, los científicos, exponiendo por escrito en inglés las conclusiones de sus investigaciones, dicen que el consumo de las grasas animales, según la estadística, aumenta significativamente el riesgo de cáncer. Pero debemos entender que esto no tiene nada que ver con la mantequilla.

Tanto los aceites vegetales como la mantequilla son provechosos. Los primeros contienen vitamina E y disuelven los depósitos de colesterol cuando éstos ya se han formado, y la mantequilla es rica en vitaminas A y D.

Con todo, es mejor calentar y freír la comida usando precisamente la mantequilla, y no los aceites vegetales, ya que éstos, al calentarse en presencia del oxígeno, se oxidan formando productos tóxicos, y cuanto más líquido es el aceite, más rápido se oxida.

Además, existen las margarinas, que son una mezcla de diferentes grasas. Si quieren consumirlas, lean primero la lista de ingredientes en el envase.

Los alimentos con alto contenido en carbohidratos son todas las legumbres, frutas, bayas, cereales, mermelada, miel, etc. Los vegetales y los cereales son ricos en celulosa, importante para el funcionamiento normal del intestino, y contienen diversas vitaminas, especialmente la vitamina C y las vitaminas del grupo B. Los azúcares, contenidos en estos productos, proveen, entre otras cosas, la energía que puede ser utilizada rápidamente por el organismo.

Actualmente es ampliamente conocido que diferentes vitaminas esenciales del grupo B están contenidas en el pan. No obstante, debemos saber que estas vitaminas, al igual que las proteínas, están prácticamente ausentes en el pan hecho con harina refinada. Por este motivo, el pan hecho con harina integral o con la adición de salvado es mucho más beneficioso.

Lo mismo pasa con el arroz. Es mucho más beneficioso el arroz integral, porque contiene una gran cantidad de vitaminas del grupo B y proteínas.

Habiendo dicho lo esencial sobre las vitaminas, añado que si consumimos leche, huevos, mantequilla, aceites vegetales, pan (con el salvado), cereales, zanahoria, frutas y bayas frescas, nos proveemos de todas las vitaminas. No obstante, si tenemos dudas al respecto o indicaciones especiales, podemos comprar en la farmacia multivitaminas o combinaciones particulares de éstas según la recomendación del médico especialista.

Una atención especial merece la vitamina C. Ésta es importante para mantener la inmunidad del organismo y ayuda durante las enfermedades tales como gripe, resfriado y faringitis entre otras. Sin embargo, debemos tener en cuenta que esta vitamina no es resistente al calor. Por lo tanto, al hacer una infusión de plantas medicinales que contienen vitamina C, de las agujas de coníferas o del escaramujo por ejemplo, no debemos hervirlos. El ajo y la ortiga son otras grandes fuentes de esta vitamina.

Alimentándonos variadamente, con leche, hongos y otros productos, nos proveemos de diferentes minerales. Pero el alimento que indudablemente contiene todos éstos es la laminaria. Esta alga llega a Rusia en forma de conservas o deshidratada (ésta última puede ser comprada en las farmacias). Sin embargo, para enriquecer la comida con minerales, uno simplemente puede añadir allí agua de mar o sal marina.

¡La vida de un amante y conocedor de la naturaleza no es solamente más bella, sana y beneficiosa desde el punto de vista del crecimiento espiritual, sino que también es más económica! Tal persona fabricará necesariamente para el invierno mermelada y miel de flores y secará las hierbas sabrosas para hacer luego su propio té en vez de comprarlo. Pero especialmente le serán de utilidad los hongos.

Los hongos fritos o cocinados con agua son muy ricos, pero no son muy bien digeridos por el organismo, porque nuestros fermentos digestivos no pueden descomponer con facilidad las envolturas de sus células. No obstante, bajo la acción de los ácidos acético y láctico —en un encurtido o en una saladura— las envolturas de las células se descomponen fácilmente y entonces los hongos se digieren muy bien.

Uno hasta puede guardar los hongos salados directamente en su departamento en la ciudad, sólo que debe sacar de manera sistemática (una vez por semana aproximadamente) el moho de la superficie de la salmuera. No intenten salar el Armillaria mellea sin otros hongos, porque este hongo no produce ácido láctico al fermentarse y por eso la saladura hecha sólo con estos hongos queda mal. No obstante, uno puede salarlos en el mismo recipiente con otros hongos o marinarlos con vinagre y sal.

* * *

Lo más importante en el asunto de la nutrición correcta es la observancia del principio fundamental ético: el no causar daño a otros seres. Y sólo las personas que tienen la compasión desarrollada hacia el dolor ajeno podrán progresar en el Camino espiritual. Es así, porque Dios deja acercarse a Su Morada sólo a aquellos que asimilaron el principio de Amor.

El estilo compasivo de vida fue enseñado ya en la China antigua por el Maestro Divino Huang-Di y luego por Pitágoras, por Gautama Buda y por Jesús el Cristo* [10,14,18]. Recientemente Dios también ha transmitido este mismo conocimiento a través de Babaji y Sathya Sai [10,14,18,19,42-51,58,60,64].

Parece que las palabras de Dios escritas en el Corán contradicen a la opinión Suya que hemos mencionado. Pero comprendamos que cuando el islam se establecía en medio de permanentes batallas, la situación no era apropiada para introducir entre los ganaderos, los habitantes del desierto, un nuevo estilo de nutrición. En aquel tiempo, Dios, Quien dirigía las acciones del profeta Mahoma, tenía otra tarea: establecer la fe monoteísta en aquella región de la Tierra. Y sólo después de que el islam se estableció, surgió para los musulmanes la posibilidad de pensar en el aspecto ético de su alimentación.

Si uno ignora la ética de la nutrición, sufrirá enfermedades cuyos mecanismos están previstos por Dios.

Así, en los vasos sanguíneos, en la piel y en el tejido cartilaginoso se depositarán gradualmente las sales de ácido úrico, provenientes en grandes cantidades de los platos hechos de carne y pescado. Esta enfermedad se llama gota y sus manifestaciones son: la disminución de la memoria, los dolores de cabeza, las irregularidades del sueño y de la función sexual, el dolor en los músculos y en las articulaciones. Aparte de esto, para deshacerse del estado mental desagradable, provocado por esta enfermedad, muchas personas empiezan a fumar y a tomar alcohol.

Además, debemos tener en cuenta el aspecto energético de tal nutrición, pues las energías cadavéricas obstruyen los chakras y meridianos, lo que interrumpe el suministro bioenergético de muchos órganos y estimula la formación del cáncer. Estas mismas energías también afectan los órganos digestivos provocando inflamaciones agudas, crónicas y úlceras y contribuyen al desarrollo de tendencias psíquicas agresivas. La energía de la conciencia de tales personas se hace más grosera y ellas se vuelven incapaces de refinarla.

Como ya hemos discutido, la famosa afirmación de que sólo la carne y el pescado contienen todas las proteínas necesarias es absolutamente infundada y es un índice de la ignorancia médica de aquellos que la sostienen. Pues todos los aminoácidos esenciales para el ser humano se encuentran también en los huevos y en la leche.

El mejoramiento rápido del bienestar de aquellos que empiezan a practicar la nutrición «sin matanza», la desaparición de sus enfermedades y el aumento de su capacidad de trabajo (en todas sus manifestaciones) son las mejores pruebas de lo correcto de este tipo de nutrición.

En cambio, las personas que, satisfaciendo su gula, comen los cuerpos de animales muertos no tienen por qué resentirse luego por su propio dolor. Sí, de esta manera Dios nos enseña lo que es el Amor. Esto es la manifestación de la «ley del karma», según la cual aquel que no toma en cuenta el dolor ajeno tendrá que aprender la compasión a través de su propio dolor, a través de experimentarlo personalmente.

En cuanto a los alimentos «limpios» —las plantas, la leche, los productos lácteos y los huevos— la actitud éticamente correcta hacia éstos consiste en usarlos prudentemente, con respeto y sin desperdiciarlos.

Además, hay que dejar de consumir alcohol, sustancia que no contribuye en absoluto al acercamiento a la Perfección, y evitar el consumo excesivo de la sal común y de las bebidas que contienen cafeína (café, cacao, té). Tampoco es recomendable freír la comida usando aceites vegetales. Y, por supuesto, no beban la orina, la que llegó a ser un alimento de moda en Rusia últimamente. Su consumo sistemático envenena el cerebro y provoca trastornos mentales.

Entonces ¿qué comer? ¿Qué alimentos incluir en el «menú» de la propia familia y en el de uno mismo? Sin duda, cada uno tiene sus gustos y sus hábitos nutricionales. Pero para mí, durante el proceso de mi formación espiritual, cuatro productos constituían la base de mi alimentación. Eran el arroz, los hongos, los huevos y los tomates (frescos o en forma de salsas y pastas). Además, yo comía papas, mayonesa, verduras, zanahorias, pan blanco, mermeladas, bayas, mantequilla, aceites vegetales, queso, etc. Tal régimen alimenticio es nutritivo y proporciona suficiente energía para cualquier trabajo, incluyendo el meditativo. Solamente en las últimas etapas de la ascensión espiritual tuve que renunciar a los huevos, porque la energía contenida en éstos no era adecuada para el trabajo con la Morada del Creador.

Y el último consejo: ¡no piensen mucho en la comida! Después de dejar la nutrición viciosa, establezcan un nuevo «algoritmo» y piensen en Dios, en el Camino hacia Él, que incluye el servicio a Él. Tengan cuidado de no caer en el error, cometido por muchas personas, de dirigir toda su atención solamente a «las reglas de la nutrición limpia» y olvidar de esta manera algo mucho más importante.